De
nuevo, mi buzón se llena de cuestionarios: sobre mi percepción de las
prestaciones de mi coche, una nueva actividad de mi gimnasio,
una lavadora recientemente adquirida, sobre lo que compré, utilice,
soñé... Me siento observada por todos mis proveedores al igual que una
rata de laboratorio por unos sabios investigadores que intentan
descifrar los verdaderos motivos de su actuación.....Me siento encuestada
pero no escuchada...
A
mí no me convence tanto el hecho de que me pregunten...Ya sé que
muchas empresas lo hacen porque la nueva norma ISO 9001:2000 les obliga
a hacerlo. Pero estas empresas, las que miden por cumplir, se olvidan de
que para el cliente lo más importante no es cuánto se nos pregunta
sino que las respuestas que damos sirvan a la entidad que nos pregunta
para entender nuestras necesidades y nuestra valoración de sus
productos y servicios. Y eso lo podemos percibir tanto por el contenido
y la forma de las preguntas como por la actitud de los encuestadores. No
hay nada peor que tener la sensación que las preguntas del cuestionario
inducen nuestras respuestas. Y de qué me sirve que me hagan una
encuesta telefónica si el tono del encuestador es apático o
desagradable?
Está
claro que un cuestionario es una oportunidad única para que una
organización confirme múltiples hipótesis sobre la percepción de sus
clientes. Intentar aprovechar la ocasión para interrogar el cliente
de manera exhaustiva puede llegar a considerarse como un abuso.
¿Qué beneficio tendrá el cliente al contestar a las preguntas de su
proveedor? Me contestarán: una posible mejora de la prestación de
servicio o de la calidad del producto. Pero si les pregunto ¿Qué
beneficio inmediato saca su cliente de la encuesta? Deberían poder
contestarme: la convicción de que su opinión nos ha interesado, la
sensación de ser un cliente importante, una mayor confianza en la
compañía y no la mera sensación de dedicar una parte de su tiempo
para que su proveedor pueda cumplir con un requisito más de una norma.
La
medición de la satisfacción del cliente es un momento de la verdad. Es
la ocasión de demostrar a nuestros clientes que nos importan. Pero este
fantástico encuentro puede ser contraproducente si no se cuida también
la imagen que transmite nuestro cuestionario y nuestra manera de hacerlo
llegar a nuestros clientes.
Quien
afirma que los clientes no desean participar en la mejora de nuestra
organización se equivoca. Pero lo hacen de manera espontánea y no
forzosamente cuando estamos dispuestos a escucharles. ¿Cómo entonces
pedirles su punto de vista si no somos capaces de prestar atención a su
sugerencias espontáneas y a su quejas? Una buena gestión de las quejas
es el punto de partida ineludible de una medición sensata de la
satisfacción de nuestros clientes. Crear un ambiente de confianza con
el cliente es un factor clave para el éxito de una futura encuesta de
satisfacción.
Nathalie
Gasnier
Consultor
en Calidad de Servicio de ODE
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