Hace
unos meses el Director General de una importante compañía, y buen
amigo mío, me dijo: "Vosotros los consultores siempre
andáis presentando cosas como si fueran nuevas, cuando en realidad ya
existen aunque con nombres diferentes y, en algunos casos, con enfoques
y metodologías distintas". Bien, esto no es del todo cierto. Más
a menudo de lo que percibimos se implantan en las empresas aplicaciones
de gestión realmente muy novedosas y que consiguen unos resultados
espectaculares. En otras ocasiones nos limitamos a mejorar metodologías
ya existentes. El "Balanced Scorecard" es un claro ejemplo de esta última
opción.
Ya
hace muchos años que los directivos se dieron cuenta de la necesidad de
medir. Es decir, de conocer la diferencia que existe entre lo que se
había decido conseguir y la triste y cruda realidad de lo que se ha
logrado. El obligarse a llevar a cabo periódicamente la rutina de
analizar los motivos de esta desviación y de una actuación ulterior
para corregirla, ha sido uno de los mayores coadyuvantes al progreso de
las compañías. Hoy nadie duda de que para gestionar bien una empresa
se deben instaurar instrumentos de seguimiento y de control. Pero
tampoco nadie duda de que antes de controlar es preciso hacer un esfuerzo
para definir qué puntos concretos y medibles que se quieren conseguir.
Sin este requisito previo, el control es estéril, se convierte en una gravosa
actividad que no añade valor y termina por convertirse en una fuente de
conflictos.
Las empresas lo entendieron bien y empezaron a implantar sistemas de
control tales como los presupuestos económicos y financieros, los
costes standards, el "target costing", etc. A la par que estos sistemas se
perfeccionaban, iba emergiendo con fuerza e implantándose la dirección por objetivos y la de la descentralización del poder
de decisión en las empresas. La instauración de estos conceptos en la
organización desembocó en la confección y la puesta a punto del
denominado cuadro de mando o "tableau d'abord".
El
funcionamiento de este instrumento incluye la selección de los
indicadores que se estiman más representativos para la gestión de la
compañía. Se adjudican objetivos de consecución para cada uno y
periódicamente se indican los valores reales conseguidos, para conocer
la desviación y actuar en consecuencia. Es muy normal que cada directivo tenga su
propio cuadro de mando en el que están todos aquellos indicadores
representativos de los objetivos directamente asignados. La
presentación de este documento es variopinta pero la más frecuente es
la constituida por gráficos y "quesitos" que facilitan su lectura.
Llegado
a este punto Vd. se preguntará; "Si ya existe esta herramienta ¿por qué
le cambian el nombre y lo venden como nuevo?. Para mí hay profundas
diferencias entre el cuadro de mando que les he descrito y el "Balanced
Scorecard". Este último forma parte importante del proceso de la
planificación estratégica. Los medidores seleccionados servirán para
comprobar hasta qué grado el equipo directivo está consiguiendo los
objetivos que en su día se propusieron.
Normalmente
el cuadro de mando, digamos clásico, recoge indicadores estrictamente
financieros. Son exactos, fáciles de calcular y todos estamos
muy habituados a su uso. En cambio la idea del "Balanced Scorecard" parte de las
siguientes premisas:
-
lograr los objetivos financieros es un aspecto básico en la
actuación directiva. Es por ello que se deben medir bien,
seguirlos y actuar ante las posibles desviaciones.
-
sin embargo el cumplimiento de los objetivos financieros no será
posible si no disponemos de clientes satisfechos y fieles. Este concepto
es básico en la gestión, por tanto también debemos disponer de
objetivos e indicadores que nos permitan verificar hasta qué punto
nuestros clientes son fieles y están satisfechos con el producto o
servicio que ofrecemos.
-
al mismo tiempo, es muy difícil conseguir clientes satisfechos y fieles
si no
hay innovación y adecuación de nuestros productos y de todos
nuestros procesos internos a las necesidades cambiantes de los
clientes. Este aspecto también es de capital importancia. Debemos
fijarnos objetivos y medir su grado de cumplimiento.
-
por otro lado, sólo
las personas de la compañía con sus habilidades, conocimientos y
actitudes serán capaces de idear e implementar procesos y
productos que satisfagan y fidelicen a los clientes para que éstos
aporten los ingresos que harán posibles los resultados
financieros planificados. También por tanto, se deben fijar objetivos
y definir los indicadores necesarios para conocer lo que está
ocurriendo y obrar en consecuencia.
El
"Balanced Scorecard" obliga a la dirección a realizar
una fijación de objetivos de forma balanceada. Nos obliga a que los
objetivos más importantes estén claramente identificados, valorados y
sean sistemáticamente medidos. La aplicación de este instrumento
permite a la dirección que centre sus esfuerzos en lo que ha
considerado como lo más importante para la consecución de los
resultados previstos.
Con
frecuencia he observado cómo un trabajo de planificación estratégica
bien confeccionado y con ilusión para ser implantado, descansa, muy
bien encuadernado, en el anaquel de la estantería del director de
turno. ¿Qué ha pasado? Pues algo muy sencillo: llevar a cabo un plan
es laborioso y a veces muy duro. Si nada nos recuerda las
obligaciones contraídas, si nada nos dice de los éxitos alcanzados y
de los errores cometidos, lo más lógico es que cunda el cansancio y
todos aquellos planes elaborados con tanta ilusión caigan en el olvido.
El "Balanced Scorecard" es un buen instrumento para que esto no suceda.
Hace de "Pepito Grillo" y periódicamente reclama nuestra
atención y nos mueve a actuar.
José
Manuel Pérez Soto
Socio
Director de ODE |